El psicoanálisis no es ni puede ser un “fenómeno de masas” ni puede definirse como una religión esotérica sustentada por un selecto grupo de iniciados. No proponemos un estatuto previo de enunciados rimbombantes, ni llamamos a nadie a formar fila detrás de una causa sagrada, pero sí dar cuenta de una tarea clínica que por su riqueza invita al debate inherente de una práctica siempre fallida en sus intenciones e insistente en sus efectos.